La ruta a la Reserva Natural Parcial de Barayo (declarada como tal en 1995) y al pozo Fero es uno de los secretos mejor guardados de Asturias. Y resulta curioso que no sea más conocida ya que el entorno es de una belleza y singularidad única en el Principado, por su valor paisajístico y ecológico.

La mejor forma de descubrir estas dos maravillas naturales del occidente de Asturias – un estuario y una cascada – es realizando el recorrido que parte del aparcamiento de la playa de Barayo, ubicado en Sabugo (concejo de Valdés).

 

 

 

Es la opción más larga pero también la más bonita y recomendable. Así podrás realizar un paseo completo por toda la variedad de paisajes que nos ofrece este espacio protegido situado entre los concejos de Navia y Valdés.

Todo lo que necesitas saber antes de calzarte las botas

 

La ruta es bastante sencilla, aunque sí que hay algunos tramos que pueden ser un poco dificultosos debido a la caída de algún árbol, al desprendimiento de parte del camino o simplemente a la humedad del suelo.

De todas formas basta con tener precaución e ir suficientemente equipados con botas que nos sujeten los tobillos y nos aíslen del agua y del barro. Si queremos sentirnos un poco más seguros, unos bastones que nos sirvan de apoyo para salvar esos pequeños obstáculos nos vendrán de lujo también.

¡Ah! Y no te olvides de dejar una muda de calcetines y otro par de zapatillas o botas en el coche. Por si las moscas…

Aunque la ruta no es del todo lineal tampoco llega a ser circular, la longitud es de unos 8 kilómetros, la duración de 3 horas aproximadamente y el desnivel de alrededor de 400 metros, aunque es muy llevadero.

En resumidas cuentas se trata de un plan perfecto para todas aquellas personas (incluídos niños, aunque siempre con precaución) a quienes les guste caminar sin demasiadas complicaciones, mientras se deleitan con la belleza de un paisaje diverso.

Además, aquellos que gocen de la observación de aves (ya sea telescopio, prismáticos o cámara en mano) encontrarán en Barayo un pequeño paraíso.

De hecho, la Reserva Natural Parcial de Barayo pertenece a la Red Natura 2000, al ser Zona de Especial Conservación (ZEC) y Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA).

Desafortunadamente, la ruta no es apta para sillas de bebé (pero se puede portear sin problema). Tampoco para personas que utilicen silla de ruedas.

Sin duda, la mejor época para hacerla es a finales de primavera o principios de verano porque en ese preciso momento la vegetación está en pleno apogeo luciendo sus verdes más intensos.

Además es la temporada con más horas de sol, por lo tanto menos sombría y húmeda, así que el paso por ciertas partes del recorrido será en esas fechas un poco menos engorroso.

La Reserva Natural Parcial de Barayo, entre dunas y meandros

 

Una vez en el aparcamiento de Sabugo descenderemos por la pista que nos indica la dirección a seguir para llegar a la playa de Barayo. Bajando tendremos una vista panorámica espectacular, con el mar Cantábrico tiñendo el horizonte de azul y los característicos meandros y dunas de la reserva.

Precisamente han sido ellas, las dunas, el ecosistema que más atención ha requerido durante estos últimos años, ya que son muy sensibles e imprescindibles para el desarrollo de la biodiversidad del lugar.

Es más, últimamente se han estado realizado trabajos de regeneración porque habían crecido numerosos árboles que acabaron no solo con la vegetación sino también con la dinámica del viento, el encargado de su formación y constante transformación.

Gracias a ‘Arcos Life’, el proyecto de recuperación de dunas de la costa cantábrica, se talaron esos pinos y se plantaron diferentes especies propias para repoblarlas, como barrón, azucena marina o cardo marino.

Otra variedad característica de Barayo es la lechetrezna (Euphorbia peplis), presente en muy pocas playas asturianas.

Tras 1 kilómetro de bajada llegaremos a la playa, donde se pueden visitar, en el extremo este, varias cuevas conocidas como Las Sántinas cuya erosión es fruto de la acción del oleaje en el acantilado.

Además, es llamativo que esta parte del acantilado sea de cuarcita, con tonalidades grises, marrones e incluso rojizas, mientras que el extremo oeste es de pizarra.

Puedes caminar hasta el otro lado del arenal (650 metros aproximadamente) e inspeccionar la zona para comprobar la diferencia entre ambos, pero debes saber que para continuar con esta propuesta de ruta tendrás que desandar parte del trayecto que te condujo hasta la playa.

Si te acercas hasta la parte oeste (la perteneciente al concejo de Navia) verás que hay unas escaleras empinadas que recorren la ladera del acantilado y que dan acceso a un parking que hay justo arriba, ya en la localidad de Vigo.

Cruzar el río y subirlas para luego continuar por la pista ancha que va hacia el interior (en dirección opuesta a la costa y al trazado de la Senda de la Costa Naviega) también podría ser una variación a esta ruta. Las vistas durante el ascenso son maravillosas, pero debemos tener presente que supone un gran esfuerzo.

Ese tramo no forma parte del recorrido recomendado en este post ya que las pasarelas para atravesar el río Barayo en este punto no siempre están puestas o accesibles.

Es por eso que la recomendación generalizada es volver tras nuestros pasos hasta la primera curva de la pista por la que hemos venido, hasta justo antes de comenzar con el ascenso que nos llevaría al aparcamiento donde iniciamos la ruta.

Justo ahí debemos tomar un camino que se introduce a mano derecha hacia el bosque y que suele estar un poco cerrado, aunque no te preocupes porque se pasa sin problema.

Nos adentraremos en este momento en la parte más embarrada de este itinerario, ya que hay que bordear una zona muy próxima a las marismas, un entorno un poco pantanoso y encharcado.

Verás que en este tramo el sendero no está demasiado marcado en el suelo debido a que la gente utiliza el paso que más adecuado le parezca según lo mojado que esté el terreno. De todas formas, alguna marca blanca y amarilla (PR) en los árboles y la falta de caminos alternativos hacen que sea difícil perderse.

Los juncos, los cañaverales, los alisos, los sauces y los helechos son la vegetación predominante en este paraje y, si nos acercásemos al agua también sería posible avistar animales como anguilas, truchas, lagartos verdinegros e incluso nutrias.

En cuanto a las aves, la gaviota, el ánade azulón, la polla de agua y la garza real son fácilmente visibles en la playa y en las marismas, espacios que comparten con otros visitantes frecuentes como el cormorán moñudo y el ostrero.

Después de atravesar esta pequeña ciénaga de naturaleza exuberante llegarás al puente de madera que cruza el río Barayo, con un cauce de apenas 12 kilómetros desde su nacimiento en Busmargalí (Navia).

Es más, ¿sabías que se cree que el  nombre “Barayo” proviene de una palabra de origen indoeuropeo? En sánscrito “var” significa “agua” y todo parece indicar que deriva de ella.

Unos metros más adelante, junto a una antigua construcción de piedra, veremos un estrecho camino a mano derecha. Aquí nos desviaremos de la pista principal (será la que utilicemos a la vuelta) para ir por este sendero que asciende en zigzag.

Subiremos hasta llegar a una pista ancha, ignorando la bifurcación que se dirige hacia la playa (por la pasarela). Una vez aquí continuaremos subiendo unos metros más hasta llegar a un mirador.

Luego, habiendo dedicado unos minutos (o el tiempo que te apetezca) a contemplar la Reserva Natural Parcial de Barayo desde otra perspectiva, reanudaremos la marcha bajando por la pista ancha que nos condujo hasta aquí.

Esta vez la recorreremos hasta el final, cuando en una curva aparecerá un desvío más estrecho hacia la derecha por el que penetraremos hacia un paisaje frondoso que nos conducirá hacia el pozo Fero y su cascada.

El pozo Fero, la bucólica cascada del río Barayo

 

Bosques de eucaliptos, robles, castaños, sauces, alisos, fresnos y arces (entre muchos otros) nos acompañarán durante casi 2 kilómetros por un sendero mojado (puede que en ocasiones incluso resbaladizo) que recorre el fondo del valle horadado por el río Barayo.

A medio camino bordearemos el cercado de un caserío enclavado en el centro de una vega y cruzaremos la pista ancha que conduce a la casa para seguir nuestro recorrido por la línea de árboles.

Unos metros más adelante tendremos que coger el camino de la izquierda que desciende de nuevo hacia el río y, desde aquí, ya comenzaremos a oír el sugerente rugir del agua.

Desde este punto la pista se va estrechando poco a poco hasta llegar a las ruinas de una antigua central eléctrica y, por fin, unos metros más allá… ¡veremos el bucólico pozo Fero (o Cero) con su coqueta cascada!

No es muy alta, pero su característica caída en dos fases y el entorno espacioso que permite aproximarse bastante a ella (¡incluso te puedes llegar a mojar cuando baja con fuerza de lo cerca que está!) lo convierten en un rincón escondido muy especial.

Pero hay que tener muchísimo cuidado ya que las piedras que dan acceso a esta parte del pozo están empapadas y es muy fácil resbalar. Ciertamente, si decides acercarte, lo mejor es que estés dispuesto a ensuciarte un poco, porque seguramente tendrás que agarrarte al suelo o incluso sentarte para minimizar el riesgo.

Más arriba, hacia el puente del tren, hay más saltos de agua, pero no existe un camino abierto por el que se pueda acceder. O al menos no fácilmente.

Cuentan los vecinos que hace muchos años, en las inmediaciones del pozo había un lazareto, un hospital donde se aislaba a personas enfermas de lepra.

Y, ciertamente, debido a lo oculto y disimulado del lugar (aunque se encuentre cerca de poblaciones como El Bao, Villapedre o Tox) no es de extrañar que eligiesen esta ubicación.

Una vez decidamos que hemos disfrutado lo suficiente de este entorno tan idílico tendremos que iniciar el camino de vuelta, que nos llevará una hora (más o menos).

Para ello, regresaremos por donde vinimos pero al llegar al cruce que nos conduciría hasta el mirador por la pista ancha, seguiremos de frente por la derecha.

Iremos paralelos al río, deleitándonos con unos bosques que, en ocasiones (especialmente en primavera y verano) parecen selvas, y unas pozas que los días de calor invitan a darse un refrescante chapuzón.

Poco después llegaremos a la zona del puente de madera sobre el río, y desde aquí hasta el aparcamiento el camino será exactamente el mismo por el que vinimos (aunque obviamente en sentido contrario).

Seguro que, mientras recorres los últimos metros de esta extraordinaria ruta por la Reserva Natural Parcial de Barayo y el pozo Fero, necesitarás girarte en varias ocasiones para deleitarte con las vistas una vez más y despedirte así de este curioso y desconocido paraje del occidente de Asturias.

 

¡Y si te ha gustado este post, síguenos en Facebook e Instagram, encontrarás miles de planes y rincones para disfrutar!

 

Foto de cabecera: Mampiris

Texto y fotos: Sandra F. Sánchez ©asturiasprestosa.com